Para una arquitectura de la des/esperanza“No hay documento de cultura que no sea a la vez un documento de barbarie. …. Por eso el materialista histórico se distancia de él en la medida de lo posible.

Considera cometido suyo pasarle a la historia el cepillo a contrapelo.” 

Walter Benjamin, Tesis sobre la filosofía de la historia, (1940)

Prados artificiales, suelos secos, hermosas papas estéticamente elaboradas pero como congeladas en el tiempo, como aquellas variedades transgénicas estériles que no producen semilla porque han sido diseñadas así por la agroindustria –todas estas piezas nos convocan, como hipermodernas ‘naturalezas muertas,’ aunque algunas veces, pareciera que esa vida detenida quisiera unirse de nuevo al movimiento perpetuo de la vida.  Como bien lo anunciara Benjamin, “(…) [n]o hay documento de cultura que no sea a la vez un documento de barbarie (…).” Aunque este filósofo del arte y la cultura profiriera su potente acusación a la modernidad en un contexto histórico completamente diferente, la obra de Sandra López nos recuerda los actos de barbarie que la civilización del progreso continúa ejerciendo sobre las múltiples manifestaciones de la vida. Pero es importante resaltar que la obra no es solamente crítica y condena de la economía y de la técnica, sino que es mucho más que eso; es una propuesta para re-ver lo que los modernos hemos hecho de la vida.

La construcción y destrucción de mundos han ido sin duda de la mano por muchos siglos; sin embargo, nunca antes habían tenido las construcciones realizadas por ‘el hombre’ tan duraderos efectos, ni nunca habían sido sus impactos negativos tan devastadores. Ya el lado destructivo de la acción humana no puede ser legitimado tan fácilmente como el costo necesario del progreso, o en términos del ineluctable impulso humano hacia lo nuevo.

La obra de Sandra López se inscribe conscientemente en ese espacio de pensamiento y práctica que se abre en la dinámica de la construcción/destrucción propia de la modernidad capitalista. Habita sus intersticios con una voluntad exploratoria, empírica, imaginativa y conceptual, dándonos pautas para una política de transformación que pueda inclinar la balanza, así sea mínimamente, hacia la construcción. Desdobla la técnica haciéndola contorsionarse bajo el imperativo de la estética, hace que lo natural se tecnifique, estetizándose, y que la técnica se naturalice, humanizándose. Allí está el duro metal, el acero, sorprendentemente maleable en las hábiles manos sentipensantes de la artista. Su obra despliega ante nuestros sentidos la morfogénesis de los híbridos de la modernidad. Contribuye a construir prototipos de otras formas de ser a través de la experiencia, el volumen, la materialidad, y la técnica. (...Fragmento del texto...)